2.28.2006

En apoyo

A los ciudadanos de Jalisco

A la opinión pública

A las autoridades del Estado

Ante los sucesos acontecidos la semana pasada, en relación con el levantamiento de imágenes para respaldar una nota periodística, los periodistas abajo firmantes expresamos nuestra solidaridad y apoyo al camarógrafo del programa “Más que Noticias”, al equipo de producción de ese programa y a sus conductores, Oscar Ábrego de León y Gabriel Torres Espinoza, ya que estimamos que acusar de espionaje a colegas periodistas es contrario a la libertad de expresión que garantiza nuestra Constitución y al libre ejercicio del periodismo que toda sociedad democrática requiere.

Hacemos extensivo nuestro respaldo moral. En las democracias, resulta indispensable el derecho a realizar investigación periodística de lo público y sería contrario a esa prerrogativa que los profesionales de los medios tuvieran que solicitar permiso para grabar en la vía pública.

Esperamos que la contienda político-electoral no sea usada como pretexto

para buscar la mordaza de los medios y periodistas, que son guardianes de la veracidad informativa que consumen los ciudadanos, auténticos titulares de la opinión pública.

Por un Jalisco donde se respete la libertad de expresión.

2.21.2006

No a la impunidad en el caso Marín-Nacif.

La falta de escrúpulos, el abuso del poder y la impunidad son hechos que, contrario a los discursos oficiales, aún son parte de la vida cotidiana de quienes poseen en México los poderes político y económico.

Mario Marín, gobernador de Puebla y Kamel Nacif, un poderoso empresario textilero de esa entidad, han dado muestra de lo deleznable que pueden ser las relaciones entre ambos poderes. Como es sabido, como pago de favores, el gobernador asumió la defensa del empresario a quien la periodista Lydia Cacho, vinculó con una red de pederastas.

La conversación revelada en La Jornada el 14 de febrero puso en evidencia cómo ambos personajes pactaron amedrentar a la periodista Lydia Cacho, violando flagrantemente sus garantías individuales al detenerla ilegalmente en diciembre pasado, y ordenar su violación una vez que ingresó al reclusorio poblano, que no se consumó gracias a unas custodias del propio penal.

Incluso, el gobernador poblano en una declaración hecha ante los medios locales tras la detención de la periodista –en una condena de facto sin juicio previo– sostuvo que ella era una delincuente que merecía ser castigada, de manera similar a lo que externó en la conversación telefónica con Kamel Nacif, que el gobierno poblano calificó como chisme:

“Ayer le acabé de darle un pinche coscorrón a esta vieja cabrona (Lydia Cacho). Le dije que aquí en Puebla se respeta la ley y no hay impunidad y quien comete un delito se llama delincuente. Y que no se quiera hacer la víctima y no quiera estar aprovechando para hacerse publicidad. Ya le mandé un mensaje a ver cómo nos contesta. Pero es que nos ha estado jode y jode, así que se lleve su coscorrón y que aprendan otros y otras”

Los periodistas que formamos parte de la red de becarios de la Fundación Prensa y Democracia, reprobamos esta clase de atropellos a la libertad de expresión, manifestamos nuestra solidaridad con Lydia Cacho e invitamos a que quienes compartimos este apasionante oficio mantengamos en nuestras agendas el asunto, que nos muestra que la libertad de expresión es una batalla diaria que debe seguir pese a los intentos abiertos de censura gestados desde los poderes político y económico.

Hacemos público también nuestro respaldo a la ciudadanía que en Puebla y en otras ciudades ha optado por manifestarse públicamente en contra de la actitud asumida por el mandatario estatal, quien con su discurso busca crear desconcierto y encono.

También demandamos que se investigue a fondo el caso y que el gobernador Marín asuma la responsabilidad legal y política de sus actos.

En caso de que se compruebe la veracidad de las grabaciones, exigimos la inmediata renuncia del gobernador de Puebla.

Red de becarios Fundación Prensa y Democracia.
México, D.F., Febrero de 2006.

El ringtone de Mario Marín

Hace unos meses, en Filipinas la grabación de una conversación telefónica dejó al descubierto que la presidenta de ese país, Gloria Macapagal Arroyo, planeaba consumar un fraude electoral.

La reacción de los ciudadanos fue utilizar la conversación como timbre (ringtone) en sus celulares y prenderlo cada vez que la política se presentaba en un acto público. La presión fue ta que muchos funcionarios públicos se vieron obligados a dimitir.

La red de becarios de la Fundación Prensa y Democracia proponemos repetir este ejercicio en nuestro país con la grabación en la que el gobernador de Puebla, Mario Marín y empresario Kamel Nacif, en la que acordaron encarcelar y agredir físicamente a Lydia Cacho, por su trabajo periodístico.

Para convertir en ringtone parte de la conversación, proponemos a quien tenga celular GSM con capacidad de grabación de voz, descargue de la página de El Universal alguno de los audios, los reproduzca en computadora y los grabe en su celular, a reserva de que en breve sea colocado el archivo en una página de Internet para descargarlo con facilidad.

Proponemos especialmente a la gente que radica en Puebla, haga que se escuche en la mayor cantidad posible de teléfonos el ringtone, especialmente durante los actos públicos a los que asista el gobernador.

Las grabaciones están disponibles en la dirección:

http://www.eluniversal.com.mx/graficos/animados/EUOL/kamel-ok.html

Estos son los extractos que proponemos usar como ringtone:

-Quiúbole, Kamel.
-Mi gober precioso.
-Mi héroe, chingao.
-No, tú eres el héroe de esta película, papá.
-Pues ya ayer le acabé de darle un pinche coscorrón a esta vieja cabrona.

Quizá la repetición de la grabación por sí misma no obligará a Marín a dejar su puesto, pero es probable que esta idea ayude a recordar que un caso de estas características no puede quedar impune.

Red de becarios Fundación Prensa y Democracia.
México, D.F., Febrero de 2006.

2.20.2006

Periodismo y Literatura


Ponencia leída en la Casa del Escritor el 13 de febrero durante el foro de Políticas Culturales convocado por la Secretaría de Cultura del Estado de Puebla.





El ejercicio periodístico en Puebla pasa por un impasse. Pueden mencionarse desde la falta de parámetros para un periodismo de calidad con valores éticos, informativos y narrativos — tal y como señala el foro Periodismo de Calidad auspiciado por la Organización de Estados Americanos celebrado el 30 de agosto del 2005 en la Universidad Iberoamericana, Campus Santa Fé— hasta la estrecha dependencia de la prensa local a proyectos políticos y una fuerte dependencia de los recursos públicos para su permanencia mientras que en el otro extremo la literatura local carece de espacios de difusión masiva y en otros casos encuentra en los suplementos culturales, más que espacios de difusión, escenarios de divulgación limitada a los fines de semana o escaparates de comentario interpersonal que reproducen los vicios del amiguismo, la auto-segregación y el ghetto del sector letrado.
Lejos de ser un ámbito de influencia en la cosa pública el sector letrado en Puebla se impulsa a sí mismo para volverse un margen y concentra sus esfuerzos en la repetición de prácticas para visibilizar a su literatura.
En el horizonte de los escritores locales el periodismo aparece como el “desfiladero de la nota”, la instauración del lugar común de lo efímero. Me refiero a la declaración, la entrevista banquetera, la crónica, frente al “verdadero” fenómeno literario: el ensayo, la novela, el poema, el cuento, etc.
Desde este panorama el periodismo aparece como un ejercicio estéril, un apéndice de la literatura, un protozoario de la novela, en el mejor de los casos.
No obstante, desde mi perspectiva, que es la de un lector y al mismo tiempo la de alguien que practica cotidianamente el periodismo, el periodismo puede ser rearticulado no sólo como un componente de la cosa pública que puede incidir en la construcción de los valores democráticos sino también en una suerte de eje que rearticule el ejercicio de la literatura desde el ámbito de lo cotidiano-transitorio, de lo cotidiano-testimonial, de lo cotidiano-efímero.
Como bien lo cree Tomas Eloy Martínez y lo registra la historia de la literatura: el respeto a la palabra, su trabajo con ella, es asimismo intenso y creativo, desde la redacción de un periódico o una revisa semanal que desde la trinchera del ensayo o el poema, escribir para un periódico – no desde un suplemento o desde una colaboración ocasional- exige también un compromiso con el lenguaje.
En este documento abordo una serie de propuestas sobre cómo el periodismo y la literatura pueden convivir en espacios de construcción de la identidad como la Casa del Escritor.


Formación
Los medios de comunicación harían bien en apoyar iniciativas como la Casa del Escritor. Pero no solamente difundiendo el trabajo que desempeña este sitio. Sino también involucrándose en otro sentido. Por ejemplo, mandando a sus reporteros y jefes de información a saber cómo contar una historia. Claro, que con esto no quiero decir que los periodistas deban convertirse en escritores, o que un reportero es como una proto-escritor. No. Simplemente sugiero que un reportero con un background en novela, cuento o poesía podría contar con herramientas que le permitan enriquecer su trabajo y relatar una historia.
Es aquí donde este tipo de instituciones pueden vincularse de manera más cercana. Seguramente se puede refutar esta sugerencia señalando que la función de la Casa del Escritor es preparar escritores y que los periodistas son egresados de escuelas de comunicación y que hacer talleres para periodistas está fuera de su alcance.


Testimonio y memoria cotidiana
Pero no sólo se trata de eso. La cabida para las diversas formas de escritura es una de las responsabilidades que las estructuras del poder deben fomentar y propiciar. Pero la responsabilidad es compartida, el retrato de una parte de la realidad o de la visión del mundo le corresponde también al reportero que con sus propias herramientas contribuye a construir y deconstruir los trozos de la historia.
Jacques Le Goof, el historiador francés, comparte la trascendencia del periodista como un historiador cotidiano, como un fotógrafo del mundo, que dejará su testimonio como fuente histórica.
Los lectores ganarían mucho con la desaparición de los suplementos de literatura. Quiero decir con esto, si la literatura dejara de refugiarse en estos lugares para abarcar otros espacios de los periódicos locales: llámese entrevista, crónica, reportaje. De otro modo, estamos condenados a perpetuar los reduccionismos entre ficción como literatura y realidad como algo anti-literario.

Interlocución con los actores sociales
La memoria colectiva sólo es posible cuando existen tantas historias contadas como sujetos hay en el mundo. Esta movilidad social es la que permite una interacción entre el mundo que se construye y la realidad que se cuenta.
Yo hablo como un lector. Eso es lo que uno aspira finalmente, a ser un buen lector, un lector que pueda encontrar historias. No un periódico atiborrado de reportajes y de crónicas que ciertamente sería un exceso y algo sumamente empalagoso. Lo que uno quisiera más bien es encontrar en los periódicos algo más que un recuento de declaraciones de los políticos en turno, algo más que el elogio oficial vestido de boletín de prensa.
Si tiene razón Gianni Vattimo cuando escribe que el mundo de la posmodernidad se caracteriza porque han dejado de existir los grandes relatos, los llamados meta-relatos de la Ilustración, en los que la Historia con mayúscula ha dejado de ser una, como la Historia de Occidente, para fragmentarse en un conjunto de historias periféricas es tiempo entonces, sugiere Vattimo de que cada colectividad de la periferia, cada individuo de la periferia, escriba su propio relato, dé testimonio de la realidad, tal y cómo él la percibe, y todos estos fragmentos permitan la emergencia de una subjetividad o lenguaje de la tardo-modernidad.
Por lo que en este contexto la figura del escritor deja de ser la del Escritor con mayúscula, la del gran novelista balzaciano, la del intelectual de la posguerra al estilo André Malraux, la del hombre de letras que acumula poder volviéndose el amanuense de la clase política, el biógrafo del poder o el gran relator de la sensibilidad de las elites encubierto en ese gran código de códigos que llamaríamos literatura, institución literaria, autor o escritor.



Fomento de las escrituras alternativas
No sólo desde el periodismo se vulnera esta actitud sino ahora también desde las tecnologías de la información como las bitácoras en línea de escritura, mejor conocidas como blogs, o weblogs, en las que la historia se escribe en tiempo real, con anotaciones mínimas, personales, en las que cada blogger es el autor de un texto móvil, no sujeto a las restricciones del texto secuencial sino a modalidades como las del hipertexto que permiten desde el texto mismo una reconstrucción de su sentido modificando la añeja relación entre autor y texto, y colocando entre paréntesis nociones que dábamos por sentado de modo automático como la de “autor”.


Políticas de publicación de periodismo social
El libro sigue siendo el modelo de transmisión de la cultura. A través del libro apreciamos la realidad como una instancia en constante remodelación, como un fenómeno emergente, como uno de los mundos posibles.
Es por eso, que la memoria, el testimonio, las versiones de la ciudad y del estado, no puedan ser reducidas a una historia oficial o a una sección en las páginas de turismo en el México Desconocido. A medio camino entre la etnografía, el relato de viajes, la crónica y el ensayo, ahí es donde el periodismo permite contar historias.
De lo anterior se desprende la necesidad de recontar el mundo no sólo a través de la ficción sino a través del periodismo como un generador de la identidad y de la diferencia.
En este escenario se requiere que en las políticas editoriales de la Secretaría de Cultura se contemplen colecciones dedicadas a preservar esta memoria y este discurso.
Pero no únicamente como memoria sino también como reflexión y crítica de cómo se relata la realidad.


La borrosa frontera ficción-realidad
Yo no sé si el periodismo es una rama de la literatura. Yo creo que no. Creo que el periodismo y la literatura han tenido si se quiere ver así encuentros casuales y algunos de ellos muy afortunados. Insinúo además, que en algunos reportajes, contados reportajes, en algunas crónicas, contadas también, puede uno encontrar un destello de poesía, que muchas veces no puede encontrarse por más que se relea en un libro de versos o en las páginas de una novela.
En el fondo, lo que mueve a un reportaje y a un poema, (a un argumento filosófico y a un teorema matemático) es un mismo instinto recrear ese momento inédito del mundo, lo que en su estética Schopenhauer llamaría contemplación.
Al poeta lo sorprende el mundo, el hecho de que haya un mundo en lugar de nada, pero en lugar de reverenciar a un dios como un creyente religioso lo que hace es cantar esa sorpresa, ese instante de sorpresa. Lo que mueve, si se me permite esa simplificación de la poética, a un narrador a contar una historia, es la vivacidad de un hecho, su frescura, el poder dotar al lenguaje de ese brillo descubierto en la historia; recreación de la experiencia, recuperación del instante son de este modo lo que subyace a la experiencia estética.
Lo que hace un periodista, digamos un periodista que cuenta historias, es en apariencia distinto pero parte también coincide con el trabajo de un narrador. Escoge un fragmento de la realidad no para reproducirlo fielmente sino para transformarlo en un objeto para un lector. El lector que al día siguiente abrirá el periódico en el café.
Ya la frontera entre la ficción y la realidad, vieja dicotomía propia de la modernidad, ha sido demolida por Dickens en el siglo XIX y a mediados del siglo pasado por Truman Capote. Ya no son los días en que la realidad y la ficción eran lo constitutivo del periodismo y de la literatura respectivamente. Tampoco puede creerse que el escritor es un creador y el periodista un reproductor de la realidad.

Bibliotecas itinerantes
El libro como herramienta cultural no sirve embodegado. El libro es siempre un reto para el pensamiento. En la madriguera racionalista del libro también se oculta el surtidor de ideas de la pasión y no resulta casual que una sociedad sin lectores sea una sociedad acrítica, pasiva y dócil ante el poder. No se trata sólo del placer de la lectura sino también de cómo una sociedad informada puede construir parámetros de convivencia social.
Frente a esto, no basta sólo publicar libros, sino también contar con políticas públicas eficientes que permitan su difusión. En este sentido, propuestas como la de bibliotecas itinerantes convierten al libro en un objeto de uso, en un útil, en una herramienta, en un artefacto.

2.13.2006

El fin justifica los medios


... O EL FINAL DE LOS MEDIOS.

Dicen que el fin justifica los medios y últimamente me he preguntado qué razón puede justificar que en un país con más de 97 millones de habitantes, de acuerdo con el censo del INEGI del 2000, haya más de 150 periódicos.
México tiene un bajo índices de lectores de apenas 16 por ciento, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Prácticas y Consumo Culturales dada a conocer por Conaculta en mayo pasado. Sin embargo en todo el país existen cerca de 400 empresas editoras.
En este caso, si el fin justifica a los medios informativos, ¿a qué se debe que cada día haya más publicaciones y cada vez menos lectores? ¿Será que los medios han dejado de cumplir el fin para el que fueron creados y que perdieron el contacto con el público?
Puede que sea un lugar común decir que el periodista tiene el poder de darle un nombre a lo que ya existe, sin embargo algunas veces es muy claro y evidente que nuestra fortaleza termina cuando nos convertimos en el árbol mítico que se derrumba en medio del bosque sin que nadie lo escuche, simplemente porque hemos perdido credibilidad.
Se ha terminado en buena medida lo que llamábamos: "la influencia que tienen los medios", porque sólo hemos podido llegar a unos pocos –los informados, decimos, los que toman las decisiones-, y hemos olvidado el fin para el que fuimos creados.
Los reporteros padecemos la enfermedad del narcisismo, que nos lleva a creernos propietarios de la verdad absoluta y nos erigimos en jueces, por lo mismo muchas veces también en parte de la noticia.
Calificamos y descalificamos hechos, personas y afirmaciones simplemente por el poder que nos da el ser los dueños de la pluma, aunque sea sólo por unos minutos.
Incluso hemos acostumbrado a nuestro lectores a que se interesen en lo más perecedero de la información: el chisme, la nota curiosa, ofensiva y escandalosa, la que dice, pero no prueba y todo porque no hemos logrado llevar a la gente más allá de donde nosotros no hemos estado dispuesto a ir, que es al fondo de las cosas.
¿Cuántas versiones podemos encontrar en los medios que sólo están encaminadas a asustar, más que a prevenir riesgos y cuántas crisis se han profetizado en las primeras planas de los diarios y en los noticieros?
Los reporteros ejercemos, cada vez de forma más recurrente, el ejercicio de profeta, en lugar de optar por el oficio de la investigación.
Cierto que los periodistas nos enfrentamos a la contradicción del exceso de la información, empero hay que reconocer que tampoco hemos sabido evolucionar a la par que lo han hecho las fabulosas herramientas que ahora tenemos para transmitir la información, como los teléfonos celulares y el Internet.
Abusamos de la entrevista telefónica y de la llamada banquetera; privilegiamos a las fuentes oficiales frente al ciudadano común u organismos independientes para equilibrar la información; utilizamos las expresiones trilladas y recurrimos a los mismos temas cada cierto tiempo porque sabemos que son los que “venden”.
Incluso los periódicos más prestigiados del mundo caen en estas condicionantes, dice el investigador José Carlos Lozano Rendon[1], quien documenta que de acuerdo con un estudio de la consultora Sigal, sobre la información publicada por The New York Times y The Washington Post, el 58 por ciento del total de noticias se recopilan a través de los canales habituales, como son comunicados de prensa, procedimientos oficiales y eventos no espontáneos (conferencias).
Sin ir más lejos, el investigador relata el caso del periódico El Norte (hermano mayor de Reforma) que en una de las notas más controversiales que ha publicado: una manifestación cívica en una población fronteriza que concluyo con la quema de un puente internacional, se había apoyado mayoritariamente en fuentes oficiales para su documentación.
Ambas son una muestra de que los medios, particularmente la prensa, han olvidado que la gente también tiene derecho a decir lo que piensa, simple y llanamente porque no nos sostenemos únicamente ( y en este sexenio menos que antes) de la publicidad de Gobierno.
El mercantilismo editorial nos ha llevado a convertirnos en una pobre copia de la realidad, porque no hemos podido comunicar al lector que estamos de su parte.
En algún lugar leí que el periodismo consiste en el arte de comprar papel en un peso y ponerle algunas letras para venderlo en dos.
A pesar de lo sencillo de la fórmula, no vemos empresarios ansiosos de querer comprar un medio de información (si no me creen pregúntenle a Excélsior), porque la mayor parte de ellos han dejado de ser un buen negocio, porque perdieron en algún momento el fin para el que fueron creados.
El fenómeno de los weblogs, que son diarios en línea escritos por gente común, es una muestra de que no se necesitan demasiados recursos para llegar a la gente, por lo menos no a los jóvenes, entre quienes han tenido tanto éxito las páginas personales en Internet.
En este sentido, no se puede dejar de tomar en cuenta que al cierre de este año, en el país habrá 17.1 millones de cibernautas, 18 por ciento de la población total, según una investigación de Asociación Mexicana de Internet, elaborada conjuntamente con el INEGI y la consultora Select.
El asunto es que mediante esta especie de diarios que se publican en línea sin fines de lucro -todavía-, personajes comunes o escritores tan relevantes como el mexicano Gustavo Sáinz, el cineasta estadounidense Michael Moore o el periodista y novelista argentino Hernán Casciari, informan en sus blogs lo que piensan que a los lectores les interesaría saber.
El éxito naciente de este tipo de medios de comunicación tal vez se deba precisamente a que cumplen con una necesidad natural e inherente de todos los seres humanos, la de comunicarnos, pero no sólo eso, sino que además van más allá al convertirse en verdaderos canales de diálogo con los lectores.
En este sentido, el investigador Carlos Gómez Palacio y Campos[2], autor de Comunicación y Educación en la Era Digital, Retos y Oportunidades, menciona que cuándo se le pregunta a la gente por qué ciertas personas gustan de leer los periódicos y escuchar noticias, las respuestas en términos generales fueron fundamentalmente por entretenimiento e información.
Si en política la forma es fondo, creo que se puede afirmar que en el periodismo el fin siempre justificará a los medios y, finalmente, no hay nada que justifique mejor una voz, una palabra y una imagen que una persona que se interese por leer, escuchar o mirar.
Lo que necesita ser demostrado para ser creído no vale gran cosa, afirmaba Federico Nietzsche[3], y es un hecho tangible que los medios han perdido su razón de ser, los lectores.

¿Debemos cambiar? ¿Hacia dónde?