8.11.2006

De la democracia niña y un periodismo adolescente

Los retos del periodismo mexicano frente a su compromiso con la democracia

Por Delia Angélica Ortiz
Becaria Generación Otoño 2006


Hace unos años, llegó a mi esta frase: "El arma fundamental del periodista es la verdad. La del funcionario es la ley. Respetémoslas conjuntamente, cada quien fiel a su deber”. Incluso en mis primeros años de reportera, recuerdo al entonces regente Oscar Espinosa Villareal, antes de entrar a una reunión de trabajo, advertirme: “Su trabajo es buscar enterarse de lo que pase adentro. Mi trabajo es que usted no lo logré”.


¿Cuál es la labor del periodista? Es una pregunta que continuamente hay que formularnos, sobretodo cuando este es el contexto en que ejercemos. Afortunadamente, a 10 años del reto que esa tarde me lanzó Espinosa Villareal, ahora podría responderle que si su reunión era de trabajo, como lo era, todo lo que se tratara en ella es de interés público. Y entonces con los mismos argumentos de la primera frase sobre “la verdad y la ley” podría apelar a tener un reporte de dicha reunión.


Un dato curioso es que esa frase primera, sobre la verdad y la ley, es de la autoría de alguien que quizá jamás la respetó, Gustavo Díaz Ordaz, y me resulta un ejercicio interesante leerla nuevamente a cuatro décadas de que fuera pronunciada. ¿Cómo ha contribuido la labor periodística para que se superara el México de los años 60 y 70 y distintos sectores de la sociedad encontraran espacios de apertura a sus propuestas? Y lanzo esta pregunta, sin afirmar que ya hayamos pasado la prueba. Conciente de que en México hay que hablar de una “democracia niña”. Hay que hablar de un proceso en marcha.


Robert Dahl afirma que para satisfacer las exigencias de la democracia, los derechos que le son inherentes deben estar efectivamente a disposición de sus ciudadanos. Si no lo están, entonces el sistema político no es, a estos efectos democráticos, con independencia de lo que el gobernante pretenda; los adornos de "democracia", son una mera fachada para un gobierno no democrático.


"Parte de la expansión de la democracia -quizá una buena parte de ella-- puede explicarse fundamentalmente por la difusión de ideas y prácticas democráticas”, dice este politólogo y sociólogo norteamericano. Es ahí donde intento encontrar la respuesta sobre el papel que ha jugado y juega el periodismo en un país como México donde los índices de marginación impiden a la población acceder a las herramientas mínimas básicas de la democracia.


Entonces, la discusión sobre el papel del periodismo en las sociedades democráticas o pretendidamente democráticas podría centrarse, como explica Giovanni Sartori, en la importancia de influir en la opinión pública. "Elecciones libres con opiniones impuestas, no libres, no conducen a nada", escribió en ¿Qué es la Democracia?




Lanzo entonces nuevamente otra pregunta. ¿Hay en el gremio, actualmente, conciencia de esta influencia? Y es que en la medida en que la sociedad ha cambiado, en los últimos 40 años, en esa misma medida los periodistas debemos replantear los retos y las dificultades de la profesión.


Sin duda los esfuerzos de democratización, la globalización, las nuevas tecnologías y los intereses de los empresarios de la comunicación son las variables a considerar. Cuando muchas veces la información funcionó como un arma en la lucha política, por la influencia y por el poder, hoy día ese valor ha sido sustituido por objetivos de "ventas". En el análisis que, por ejemplo, hace Ryszard Kapuscinski de la situación, enfatiza precisamente esa revaloración del periodismo de acuerdo con los cambios.


Los medios electrónicos dieron al periodismo otras posibilidades y si pensamos a la sociedad como sociedad de masas, hay que pensarla como una sociedad expuesta fácilmente a la movilización y a la manipulación. William Kornhause afirma, de hecho, que el hombre-masa está aislado, vulnerable, y por lo tanto, disponible: su comportamiento oscila entre los dos extremos de un activismo intenso o de la apatía. De ello deriva que el "tipo psicológico que caracteriza a la sociedad de masas aporta un escaso sostén a las instituciones de la democracia liberal".


Democracia o “Masacracia” diría Sartori: "El nexo entre opinión pública y democracia es constitutivo: la primera es fundamento sustantivo y operativo de la segunda. La opinión pública no es ‘innata’; es un conjunto de estados mentales difundidos (opinión) que interactúan con flujos de información. Y el problema se presenta por esos flujos de información. El público más que nadie, los recibe. Entonces ¿cómo asegurar que las opiniones recibidas en el público son también opiniones del público? En suma, ¿cómo hacer prevalecer una opinión pública autónoma? Y, por el contrario, ¿cuándo la opinión pública llega a se heterónoma?"


Esta podría ser la fotografía de la circunstancia actual de los medios de comunicación en México. Y es precisamente el debate que debemos dar quienes ejercemos en los medios, pues de nada sirven las teoría de lo que debe ser el periodismo o la labor del periodista, si en los hechos serán los dueños de los periódicos y de las televisoras quienes impondrán su criterio.


Cuando Kapuscinski dice que nuestra profesión siempre se basó en la búsqueda de la verdad: el valor de la noticia o del texto era dar cuenta de la verdad, y me niego a que parezca que esto es una evocación del pasado, un recuerdo. El compromiso es ocuparnos de que aquellos que tienen acceso a los micrófonos tengan una formación sólida y un compromiso con su responsabilidad como comunicadores, porque en esa cadena alimenticia de la opinión pública, los medios de comunicación tienen un papel fundamental de enlace entre las elites que genera la opinión y las bases, en un tipo de efecto cascada.


"Los grandes públicos son informados suficientemente, insuficientemente, o ampliamente desinformados?", se pregunta Sartori. La respuesta es simplemente que la base de la información de las grandes masas es paupérrima. Y en ese contexto cómo podemos hablar de opiniones auténticas y autónomas que fortalezcan a una democracia. Para llegar a ello se requiere de una sociedad educada cívicamente y en ello Sartori pone el acento fundamental. En tanto eso no suceda, aunque la mayoría vote, cuál será la calidad de ese voto. Si, por ejemplo, fue influido mayoritariamente por la información dé los noticiarios de televisión.


"El pueblo influye pero, al mismo tiempo, es influido. Ésa es la semilla que más debemos cuidar, aunque es de lo que hoy menos se ocupa la teoría de la democracia". Además, explica Sartori, "las elecciones dependen de la opinión y son importantes no por lo que hacen sino por lo que hacen hacer, y no tanto por cómo suceden sino por el hecho de que suceden".


Desafortunadamente, con preocupación veo que los medios de comunicación en México actúan irresponsablemente en procesos fundamentales para nuestra naciente democracia. En el actual proceso electoral, por ejemplo, se privilegia el espectáculo que dan los candidatos con sus acusaciones, con los dimes y los diretes, sin que ello contribuya a que el elector se forme una opinión política y haga un voto razonado.


Igual ocurrió con el desalojo en Atenco. Sin pudor, vimos en televisión, al estilo reality show, el espectáculo que regalaron primero los simpatizantes del Frente por la Defensa de los Pueblos al bloquear una autopista y luego vimos también los toletazos, a los descalabrados y hasta a los perros golpeados. El poder de la imagen es irrefutable, porque aunque después se presentaron las declaraciones incluso de abuso sexual a algunas de las mujeres detenidas en ese operativo, su dicho se puso en duda. Y hoy día, a poco más de un mes, cuando han presentado las pruebas de esos abusos, esa información no ha merecido el mismo espacio que ocupó el desalojo. ¿Cómo actuará el electorado cuando Enrique Peña Nieto vuelva a proponerse a un cargo de elección popular? Y no estaría pendiente sólo esa factura, por igual habría que pensar en su falta de disposición para abrir la información sobre las irregularidades en el gobierno de su predecesor Arturo Montiel. ¿Hasta cuándo los medios volverán a ocuparse de Montiel? ¿Cuándo nuevamente dé espectáculo?


Vuelvo a la frase jamás aplicada por su autor: “El arma fundamental del periodista es la verdad. La del funcionario es la ley. Respetémoslas conjuntamente, cada quien fiel a su deber”.


Hoy por hoy, como periodistas podemos combinar ambas, “la verdad y la ley”. Potenciando al máximo todas las puertas que nos abre la Ley de Acceso a la Información Pública y traducir esa información en trabajos periodísticos útiles para explicar la realidad. Hay que alejar el trabajo periodístico del espectáculo y dejar de escuchar los cantos de esas sirenas que exigen a mayor raiting, menos periodismo. Con ello no digo que de inmediato la democracia pasará de la infancia a la pubertad, eso depende de todos los sectores de la sociedad, pero al menos el periodismo dejará de adolecer de aquello que sí puede ser un obstáculo para el ejercicio democrático pleno.

2 Comments:

At 12:45 a.m., Anonymous Anónimo said...

A la niña Alma Delia la traté hace mucho en el periódico el Economista, donde la conocíamos junto con su inseparable amiga como Las Zombíes de Sahuayo, por aquello de que aparte de que eran feas eran bastante tontas, sensación que se reforzaba cuando escuchabas su voz cansina, plétórica de citas seudointelectuales que lo mismo iban de Sartori a Woddy Allen, pasando por el Santos contra la tetona mendoza.
Me da gusto que ahora no sólo viva de reportear puras netas exclusivas filtradas por los amigos de televisa, fiel al estilo de su jefecita, la enana de la voz cretinoide, Carmen Ariztegui,sino que también se haya sacado una beca junto a gente de la talla de Bietnika Batres y Marco Lara Khalt, para seguir buscando la intocable verdad´con cargo al erario.
Felicidades, aunque la neta no entendí nada de la niña democracia y mucho menos del periodismo adolescente, ya que a mitad de la lectura no pude evitar quedarme dormido. Ahí será para la próxima

 
At 3:49 p.m., Anonymous Anónimo said...

A mí lo que me sorprende es ver a un ardido de tu tamaño, tocar todas la bases de la estupidez: la misoginia; el racismo; el clasismo; la envidia y la cobardía de ni siquiera poner tu nombre, - por insignificante que éste sea-, independientemente de la amenidad del texto, creo que deberías de preguntarte si no es tu incapacidad neuronal la que te impidió terminar el escrito.
Por cierto, a lo mejor tu anonimato se debe a que trabajabas ¿o trabajas? en el pasquín ese, donde es evidente no piden a sus empleados la buena ortografía.

 

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